Por Martín Inzunza Tamayo
¡el avión, el avión!
¡el avión, el avión! gritaba Tatto cuando divisaba el hidroplano que transportaba a los clientes de la “Isla de la Fantasía” -Fantasy Island 1977/1984-, por lo regular gente adinerada que pagaba 50 mil dólares por hacer realidad sus fantasías. El señor Roarke y su fiel ayudante Tatto, les recibían, y les daban algunas indicaciones sobre su estancia en la isla, pero, sobre todo, les advertían como una fantasía podía convertirse en una pesadilla.
En México llegar al poder -cualquiera de los tres poderes y en cualquiera de sus tres niveles-, para muchos políticos es como llegar a la “Isla de la Fantasía”, pues muchos de ellos ven realizadas sus más intimas fantasías con cargo al erario. Lo primero es que se hacen millonarios, y con esos ingresos mal habidos se dan lujos que de otra forma jamás se los podrían haber dado: Casas, vehículos, armas, ranchos, viajes, amantes, negocios, animales exóticos, caballos finos, terrenos con frente de playa, aviones ejecutivos, relojes suizos, obras de arte, ropa de marca, joyas, buena comida y buenos licores, departamentos en ciudades de otros países, motocicletas, yates, etc. etc.
Tal parece que la compra de un Boing 787 -prototipo, ni siquiera de serie comercial- valuado en 2 mil millones de pesos -al momento de la compra-, cuyo mantenimiento mensual es de 1 millón de dólares, fue una fantasía compartida -hecha realidad con los impuestos de todos los mexicanos- entre Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, digna del Emir de Dubái perteneciente a la dinastía Al Maktum de la Casa al Falasi, y no de un presidentico latinoamericano que gobierna un país con 65 millones de pobres y un montonal de problemas por resolver.
Pero, además, Peña Nieto lo mando remodelar por la irrisoria cantidad de 400 millones de pesos, y ordeno ampliar el hangar presidencial con un costo de 90 millones de dólares, una obra realizada por la empresa Grupo HIGA de su cuate Juan Armando Hinojosa. De tal suerte que, dicho avión presidencial que sustituirá a los TP01 -1987- y al TP02 -1989-, y cuya racionalidad aplicada en su compra no existe porque ya dijimos que es una fantasía compartida, se convirtió en uno de los símbolos de los privilegios de los que gozaban la burocracia dorada calderonista y peñanietista, y del gran abuso de poder corruptor de la clase gobernante del momento.
Por tanto, al darse la alternancia en una presidencia progresista que impulsa un cambio de régimen, y ser promesa de campaña no usar ese avión de privilegiados, aquella fantasía de primer mundo se nos ha convertido en una pesadilla, pues nadie quiere -en el jet set internacional- un avión que no es comercial, remodelado con un pésimo gusto, y que transporto a una gavilla de rufianes de cuello blanco.
Por cierto, acá en la media península, también tuvimos la venta de un avión Cessna Citation propiedad del Gobierno del Estado, cuya compra y cuya venta fueron igual de misteriosas. Lo que si recuerdo es que su adquisición fue duramente cuestionada por la opinión pública, pero como todavía no se daba el gran rompimiento del 99, la aeronave se compró como “herramienta de trabajo” para viajes oficiales y particulares -sobre todo a San Diego-.
Regresando al Boing 787, con su rifa -6 millones de boletos de 500 pesitos cada uno- será la fantasía de millones de mexicanas y mexicanos de pasar a una mejor vida, claro si se compra un boleto cuando menos y sale premiado. Por lo pronto, este aprendiz de escribano si piensa comprar un boleto y soñar que recorrerá toda la península a todo lujo, resultando más difícil hacer mi lista de invitados.
Expedientes…Ahorita que esta de moda el tema del agua potable en La Paz, recordé la frase del Profesor Carlos Hank González de cuando era Regente del Distrito Federal y en cada colonia le pedían agua, agua, y agua, y él pillo del Profe les decía: Ya estamos trabajando en eso, pero recuerden que, Dios da el agua pero no la entuba…Y desde entonces se volvió un negociazo eso del agua entubada para todo tipo de políticos.
