Por Ariel Vilchis
“No son las ideas lo que me asusta, si no los rostros que representan estas ideas”. Leo Longanesi.
No existe manera políticamente correcta para justificar la forma de actuar del diputado federal independiente Ernesto Ibarra quien aspira a la alcaldía cabeña. Su proceder, aunque no es nuevo, poca confianza debe generar ante la ciudadanía que espera al menos que sus actores políticos sean serios y profesionales. Nada de lo anterior ha demostrado en los últimos meses Ibarra Montoya.
Y es que el médico cirujano venido a político gracias a su relación con el grupo “Los Cabos” que encabeza Narciso Agundez, no ha hecho otra cosa que tropezarse una y otra vez por su falta de definición, producto de una ambición desmedida por alcanzar la comuna cabeña para fines personales que nada tiene que ver con sacar adelante el municipio de Los Cabos o trabajar por las necesidades de la gente. Mucho menos por aportar al crecimiento económico de la zona, a menos que tal crecimiento económico sea para él y sus compinches.
De qué otra forma se podría justificar que el galeno ex panista, ex perredista, coquetee un día con el Partido Verde Ecologista de México y al otro con el Partido del Trabajo que en Los Cabos es franquicia de Agundez Montaño. Eso sin contar los acercamientos que ha tenido con MORENA, que por cierto ya le cerró la puerta en voz de su dirigente estatal Alberto Rentería, quien postulará a una mujer con la alianza “Juntos Haremos Historia” conformada por MORENA-PT-PES.
No termina de entenderse la jugada de Ibarra Montoya de andar a salto de mata, sin definición por un proyecto que lo acerque a su deseado anhelo, la alcaldía municipal. Sin embargo si es posible palpar que lo que mueve al doctor Dorian Gray (Por aquello de que gusta regalar pantimedias) es una ambición desmedida de poder, sin importar como o con quien se hace proyecto para gobernar el municipio que tiene en el sector turismo la mayor actividad económica y de generación de empleos del estado.
De tal modo que ¿cómo pretende Ernesto Ibarra convencer al electorado, a la ciudadanía que espera una idea, un programa de trabajo, un proyecto que al menos avizore un rumbo, una sola propuesta que no sea la de “elíjanme a mí, nomás porque si”?
De chiste, de burla, de risa el actuar de Ibarra Montoya, que como el personaje cómico la chimoltrufia, como digo una cosa digo otra, en este caso: como quiere por un partido, quiere por otro. Veremos qué partido político termina por adoptar al huérfano, políticamente hablando, de Ernesto Ibarra. Veremos si el elector le brinda su confianza después de tanta pifia, veremos si la ambición de poder le lleva a buen puerto o termina naufragando en la ignominia. Es mi opinión, al tiempo…
